Almácigos

Seguramente te has preguntado alguna vez ¿Qué es un almácigo y para qué lo necesito? Si vivís al igual que yo, en una zona donde las heladas tardías son algo habitual, es fundamental que leas este post.

Primero lo primero… ¿qué es un almácigo o semillero? 

Es un sitio dónde se siembran semillas para su posterior trasplante, es decir, es un sitio dónde sembraremos nuestras semillas, esperaremos a que germinen y cuando las plantas se encuentren lo suficientemente crecidas, las trasplantaremos. Podemos hacerlo directamente al suelo (sitio definitivo) o a un recipiente de mayor tamaño. 
El almácigo puede hacerse en: 

  • Recipientes reciclados con agujeros en su base para facilitar el drenaje (bandejas o cajones, vasitos de yogur o similares, botellas de plástico cortadas por la mitad, etc.) 
    Vasitos plásticos.
  • Bandejas multicelda o plugs (son recipientes específicos para este fin, vienen de distintos tamaños de celdas, se consiguen en cualquier vivero y no son costosas)
    Bandeja multicelda o plu
  • Macetas pequeñas
  • Directamente en un pequeño pedacito de suelo o en un cantero

**Recordemos que, si tratamos los recipientes con cuidado, podremos usarlos más de una vez, con lo que estaremos contribuyendo al cuidado del medio ambiente.
Lo importante es que podamos brindarle a nuestro almácigo buena luz y protección, tanto del frío en invierno como de la insolación intensa en verano.
En general, se recomienda utilizar almácigos cuando trabajamos con semillas muy pequeñas que necesitan más cuidados que las de mayor tamaño, pero en realidad podés hacer germinar cualquier semilla. Eso si… tené cuidado con aquellas especies en las que el órgano que se consume es la raíz (zanahoria, remolacha, rabanito, etc.), ya que el almácigo puede ser contraproducente para su formación. En estos casos se recomienda realizar la siembra directamente en el suelo.

El armado del almácigo es muy sencillo... 

Una vez que conseguiste el recipiente sólo tenés que rellenarlo con algún sustrato liviano y poroso para que las raíces no deban realizar demasiados esfuerzos para desarrollarse y no pese tanto a la hora de transportarlo. También es importante que retenga el agua por tiempo prolongado (ya que las plantas pequeñas son muy sensibles a la falta de humedad).
Es posible comprar algunos sustratos comerciales, pero si querés prepararlo vos mismo te recomiendo que uses (en volumen) 2 partes de turba, 1 de compost y ½ de perlita. Si vas a realizar el almácigo en un pedacito de suelo o en un cantero, te recomiendo que agregues al suelo un poco de compost o de lombricompuesto para mejorar sus propiedades físicas y químicas. Una vez que has llenado el recipiente con el sustrato, debés regarlo antes de colocar las semillas para que se encuentre bien hidratado al momento de la siembra. ¡Ojo! Si colocás las semillas antes de regarlo, el agua podría arrastrarlas y se perderán. 
Luego de esperar que el suelo o sustrato se haya oreado, podés usar un palito para trazar pequeños surquitos o agujeritos dónde colocarás la semilla. La profundidad de estos no debe superar en 3 veces al tamaño de la semilla. Es decir que, si sembramos semillas de lechuga (que son muy chiquitas), la profundidad será mucho menor a la de las semillas de zapallo. Esto es importante ya que, para germinar y llegar a la superficie, la plántula utiliza sus propias reservas energéticas almacenadas dentro de la semilla. Una vez que logra extender sus cotiledones en la superficie, ésta comenzará a fotosintetizar y a fabricar su propio alimento. Si la distancia entre la semilla y la superficie del suelo es muy grande (semilla enterrada a demasiada profundidad), las reservas no alcanzarán para que la plántula llegue a la superficie y morirá. Por el contrario, si la distancia es muy corta (semilla poco enterrada), la plántula no tendrá un buen anclaje de sus raíces en el suelo o sustrato.
Una vez sembrado nuestro almácigo lo cubriremos con una pequeña capa de sustrato, teniendo en cuenta las recomendaciones mencionadas en el párrafo anterior. Lo importante es colocarlo en un lugar bien iluminado, para evitar que a nuestras plantas les falte luz y crezcan con aspecto ahilado. También es importante que haya buena circulación de aire y que las plantas no estén muy juntas unas de otras. La falta de circulación de aire junto con el exceso de humedad, favorecen la aparición de hongos. 
Cuando ocurran días muy fríos o veas en el pronóstico que se avecina una helada, deberás protegerlos. Si disponés de lugar dentro de la casa, podés entrarlos y sino deberás cubrirlos con nylon o malla antiheladas. Si utilizás nylon recordá que hay que retirarlo algunas horas al día para favorecer la ventilación y si la radiación solar es muy fuerte también, porque puede llegar a quemar las plantas. Si usás una malla antiheladas no es necesario que la retires ya que permite el paso del aire y la luz. Si realizaste un almácigo en un cantero o directamente en el suelo, estas dos últimas opciones son las que te servirán. 
Se recomienda realizar el trasplante de las plantas cuando éstas tengan por lo menos 3-4 hojas verdaderas. De todas formas, también podemos hacerlo antes o después, dependiendo del espacio del que dispongamos en nuestro almácigo. Como mencioné anteriormente, podemos trasplantarlas directamente al suelo o a otro recipiente de mayor tamaño. 
Plantas de acelga sembradas en bandejas multicelda, listas para ser trasplantadas.

Ahora bien, ¿bajo qué circunstancias se recomienda hacer almácigos?

Por ejemplo, si queremos sembrar especies de primavera-verano y observamos las fechas de siembra recomendadas, veremos que son meses en los que todavía hace mucho frío. En esos casos, la siembra en almácigo podría solucionar el problema ya que protegeremos las plantas y adelantaremos su desarrollo. De esta forma llegaremos a los meses más cálidos con plantas bien desarrolladas, ya listas para ser trasplantadas directamente en el suelo de la huerta y escaparemos de las heladas tardías.
Cuando las plantas de la estación anterior aún siguen productivas, seguro te da pena quitarlas para sembrar las de la nueva estación. Si las dejás continuar, se pasa la fecha ideal para la siembra de las nuevas especies; pero si quitás las viejas y sembrás las nuevas, la huerta quedará improductiva durante un tiempo (el que tarden las nuevas plantas en desarrollarse). A estas podríamos sembrarlas en almácigos y mientras tanto esperar a que las especies de la temporada anterior terminen su ciclo de crecimiento. Al igual que en el caso anterior, ingresaremos a la huerta con las plantas de la nueva temporada ya desarrolladas. 
Muchas veces los pájaros y/o insectos se comen las semillas que sembrás en el suelo y las malezas que habitan en la huerta son demasiado competitivas para las plántulas. Al sembrar las plantas en almácigos, es más fácil protegerlas, cubriéndolas con nylon o malla antiheladas y asegurándonos de usar un sustrato libre de insectos y patógenos. Por otra parte, las plantas desarrolladas compiten mejor frente a las malezas.
Si alguno de estos problemas es el tuyo entonces te digo que la solución es… ¡un almácigo! Hay muchas formas de hacerlo, todas son válidas y no se necesita gastar mucho dinero. 

Espero que este post haya sido de utilidad, ¡espero sus comentarios!

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